domingo, 22 de noviembre de 2009

Formación profesional y éxito: evaluar o inventariar

Días atrás, se ha presentado en público un breve estudio sobre la inserción laboral de las enseñanzas profesionales (2009). El conciso informe refleja el resultado de un trabajo de colaboración entre el Departamento de Educación de la Generalitat de Cataluña y el Consejo General de Cámaras Comercio de Cataluña, que se realiza anualmente desde el año 2007 y que tiene como finalidad “conocer la situación laboral y formativa” de las personas graduadas en las diferentes enseñanzas profesionalizadoras, seis meses después de haber finalizado sus estudios. Aunque el análisis efectuado afecta también a otros colectivos limitaré mis reflexiones al estudio que se hace sobre las personas graduadas en formación profesional (ciclos formativos de grado medio y superior).

Podemos resumir los resultados del estudio en una frase que ha titulado diferentes artículos de prensa: “el paro entre los recién graduados en FP es tres veces inferior a la media” (se entiende que es la media de jóvenes de 16 a 24 años que están desempleados), – incluso en época de crisis- (El País, 181109). Inicialmente, los contenidos del cuestionario que se utiliza en el trabajo de campo, que da base al estudio, fueron diseñados y testados por el Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo de Cataluña, con la finalidad de realizar una aproximación cuantitativa a la eficacia de la formación profesional como instrumento de inserción laboral y como herramienta propedéutica hacia estudios posteriores. Su finalidad era efectivamente limitada: observar puntualmente unos datos.

Siendo positivos y alentadores los resultados que ofrece el referido estudio, se podría afirmar que quizá genere algunas imágenes algo engañosas. Es cierto que los graduados en FP se insertan mejor que las personas sin dicha graduación, e incluso, mejor que algunos titulados universitarios. Ahora bien, ¿este hecho se debe al valor intrínseco de la formación profesional? Aquí podemos mostrar nuestra duda, aunque, de entrada, no nos manifestamos contra esa posible valoración. Y esta duda tiene múltiples componentes: la actualización del currículum y de los contenidos formativos, la puesta al día de los recursos materiales (maquinaria, herramientas) con los que se imparte la formación, la actualización pedagógica y de contenidos de los docentes, el sistema de funcionamiento interno de los centros, la eficacia de la formación en centros de trabajo… Todos estos elementos intrínsecos y algunos otros aportan o detraen calidad a la formación profesional. Y ninguno de ellos está considerado en el estudio que se ha realizado.

Existen, por otro lado, componentes extrínsecos que favorecen o deslustran el éxito de la formación profesional. Por ejemplo, la estructura del mercado de trabajo catalán, la composición del empresariado y su calidad, la actitud generalmente reactiva de las personas para cambiar de residencia por motivos de trabajo, las dificultades intrínsecas de esta movilidad, las relaciones laborales y los sistemas de contratación… También esta lista puede completarse. El estudio al que nos referimos tampoco analiza y reflexiona sobre todos estos componentes.

Es evidente, pues, que por lo que se refiere a los números, a la evaluación cuantitativa, al inventario, podemos hablar de éxito y resultados positivos. Ahora bien, posiblemente sea otra la historia, sean otros los resultados, si realizamos un análisis de causalidad sobre dicha inserción profesional y la continuidad formativa de los graduados en formación profesional, es decir, si evaluamos la eficacia (y el coste-eficacia), la eficiencia y el impacto de la formación profesional de Cataluña, e incluso, la pertinencia del propio sistema de FP y su sostenibilidad futura tal y como está concebido y se realiza.

Por otro lado, hay que valorar también un componente complementario. Los jóvenes de 16 a 24 años que no continuaron estudios, después de finalizar la ESO el mismo año que los que cursaron posteriormente FP, ¿se han insertado también en el mercado de trabajo?, ¿en qué condiciones diferenciales con éstos últimos? Y los que después de la ESO realizaron estudios de bachillerato, ¿se han insertado también con el mismo éxito que los que cursaron FP?

A realizar este tipo de valoración, es decir, una evaluación causal, aspira el trabajo que actualmente lleva a cabo el Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo y que está previsto finalizar al acabar el próximo mes de abril. Mientras tanto, sería bueno tomar con precaución los resultados obtenidos por el estudio al que hacemos referencia anteriormente, que, sin dejar de ser positivos, pueden ocultar elementos críticos. Una evaluación como la que lleva a cabo el Consejo aportará sin duda reflexiones sobre cómo y en qué se debe actuar, en un doble sentido: en el fortalecimiento de la relación entre educación-formación y mundo del trabajo y en una mayor fluidez en la transición entre la formación profesional superior y la universidad.