viernes, 14 de octubre de 2011

La orientación, clave para el desarrollo formativo y profesional

Recientemente, la consultora Élogos ha hecho público un estudio titulado Estrategias y alternativas de la formación profesional para el empleo y la incorporación delos jóvenes a la vida laboral, financiado por el Ministerio de Trabajo e Inmigración y la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo. En el capítulo de conclusiones y propuestas, el informe del estudio incluye un apartado sobre “Actuaciones en el ámbito educativo. 1. Potenciar la orientación profesional”. No intento sacar pecho al afirmar que el contenido de esta propuesta contiene aportaciones muy similares a las que realicé en un artículo publicado en la revista “Escuela” (octubre de 2009) titulado La orientación, clave para el desarrollo formativo y profesional. Sin embargo, el estudio de Élogos me da pie para realizar ahora algunas nuevas aportaciones como añadido a sus conclusiones y a mi viejo artículo.

I.    “Las fuerzas”

Actualmente, podemos observar diferentes “fuerzas de presión” que actúan sobre las instituciones de formación. Por ejemplo:
·  La mundialización de los mercados que implica, entre otras cosas, una difusión y penetración de ideas que, sean de la naturaleza que fueren, se difunden a lo largo y ancho del mundo.
·    La competición (la competencia, no es tan claro) entre entidades que trabajan en el ámbito de la formación.
Esta competición está interesada en que las instituciones educativo-formativas preparen futuros profesionales o técnicos muy competentes y capaces de encontrar un sitio en un mercado de trabajo internacional, también competitivo. Es decir, asistimos a 1) una internacionalización de los contextos de formación y de trabajo – movilidad de la mano de obra y reconocimiento internacional de competencias (títulos)-; 2) unos cambios tecnológicos que facilitan la transmisión rápida de nuevas ideas y ofrecen la posibilidad de realizar actividades complejas a un coste/beneficio “interesante” – nuevas competencias, nuevos empleos y bases de datos en las que figuran todas ellas -; 3) el aumento exponencial de los conocimientos que pone en cuestión los aprendizajes y la manera de adquirirlos. A medida que los conocimientos se renuevan con rapidez, se pone en evidencia que todo tipo de formación debe fundamentarse en el desarrollo de competencias, es decir, en la capacidad de las personas en formación para resolver problemas concretos.

Además de las fuerzas de presión mencionadas, hemos de hacer referencia también a “fuerzas interactivas” – me permito aplicar un término tal vez no demasiado adecuado -. Por ejemplo, 1) los cambios demográficos, caracterizados por las migraciones y una nueva configuración del tejido social; 2) la alta tasa de abandono y “fracaso” escolar; 3) la ausencia de proyecto de futuro y la ambivalencia vital de muchos jóvenes; 4) el aún bajo número de jóvenes que realizan estudios de formación profesional y técnica (característica muy española, aunque no sólo); 5) el gran número de jóvenes que, al final de la secundaria, no tiene idea precisa sobre qué hacer o estudiar; 6) el perenne sexismo en la elección de estudios y profesiones.

Al lado de – o frente a – estas fuerzas de presión e interactivas, hay algunas “fuerzas cooperadoras” – que deberían cooperar - que las instituciones de formación y orientación pueden facilitar: a) la velocidad de la comunicación, que puede ser una “fuerza de presión” que aporte ventajas, como proveer información sobre nuevos saberes, conocimientos, competencias; b) la contribución a cristalizar la personalidad desde edad temprana; c) la exploración, mediante actividades didácticas, de las relaciones entre lo que se aprende y las exigencias del mundo de las relaciones sociales y del trabajo.

II.       “La movilización”

En mi referido viejo artículo acababa diciendo: “Complementariamente, es cada vez más urgente establecer una coordinación de los diferentes dispositivos de información, análisis, orientación, intermediación y sobre riesgos laborales que existen en los diferentes territorios y dependientes de diferentes administraciones –de nivel diverso-, así como de las organizaciones sindicales y empresariales”. Todos ellos cooperadores necesarios.

Considero que, dadas las fuerzas en presencia, la orientación debe ir más allá de los muros de la escuela y necesita, para ser útil – ya no diré eficaz y eficiente -, acompañar a los jóvenes, desde edad temprana, y a los mayores en su periplo educativo-formativo, social y laboral. Por ello, la orientación no puede considerarse solo como un instrumento en manos del sistema educativo, sino que debe ser una herramienta que:
·      Constituya un componente de la cultura educativa y de la cultura laboral.
·     Tenga un enfoque holístico, de descubrimiento, autoconocimiento y capacitación.
·  Ilumine y desdramatice las elecciones personales en un contexto de asistencia individualizada para que cada persona sea actor de la propia madura decisión.
·   Forme parte de un proceso a largo plazo, continuo y progresivo, que contribuya a preparar y gestionar las transiciones (dentro de la escuela, escuela-trabajo, empleo-desempleo-empleo, mejora de competencias, jubilación).

Ello supone situar la orientación en el centro de las acciones destinadas a educar-formar a las personas y supone, asimismo, que la orientación sea considerada un derecho de las mismas, como parte clave del proyecto personal y del propio proceso de enseñanza-aprendizaje y de adquisición de competencias.

Se trata, pues, de poner en funcionamiento – movilizar – un sistema global de orientación, que, de manera lineal y transversal, desarrolle acciones en el ámbito escolar y en el laboral. El sistema debería favorecer la construcción progresiva de itinerarios individuales y garantizar la “vuelta atrás” de las decisiones/elecciones, mediante la utilización de un dispositivo de acompañamiento personalizado, a fin de facilitar la reorientación y de favorecer el uso de pasarelas. El sistema debería también ayudar a la preparación y la gestión de las transiciones, reforzando las relaciones entre los diferentes niveles educativos y de estos con el mundo laboral, así como en el interior del mismo.

Evidentemente, un sistema así articulado exigiría la clarificación del papel que deben jugar los diferentes actores (enseñantes, educadores, orientadores, asesores personales…), así como la definición de la complementariedad entre unos y otros. Todos ellos deberían ser ayudados por una política de formación que contribuyese a reforzar sus competencias en materia de ingeniería de la orientación.