sábado, 25 de enero de 2014

Perdimos el Partido

Los partidos dichos de izquierdas, que ocupan hoy en el Reino de España (y en Europa) la escena política, presentan diferentes características, pero, unos y otros, son un obstáculo, en lugar de una oportunidad, para la reconstrucción de la izquierda. Todos ellos han padecido una mutación genética, de tal manera que ya no los reconocería ni la madre que los parió: la clase obrera. Podría afirmarse, como “huída de estudio”, que la clase obrera y el movimiento obrero se encuentran en una crisis profunda e, incluso, que han llegado a su fin, pero esta es una cuestión a dilucidar en otro espacio. La cuestión es que, todo aquello que representaban los partidos obreros – el campo de actuación, los fines, la práctica social, política e institucional – ha desaparecido de la escena política.

Y la desaparición del partido obrero ha comportado la desaparición de la izquierda. Pueden organizarse mítines y conferencias refundacionales, hacerse declaraciones, encabezar manifestaciones, jurar que se es progresista (nunca supe qué cosa significa serlo, más allá de estar a favor del progreso), consolarse con la subida de equis puntos en la intención de voto en unas posibles futuras elecciones, convocar primarias… La izquierda está fuera de la escena, en todo caso, es un actor de reparto. La izquierda no es una oposición (caso español, sin ir más lejos: PSOE y sus franquicias; la saga devaluada del ex-PC), ni una alternativa (casos francés e italiano). Navega a la deriva, sin la pretensión histórica de transformar la sociedad. La izquierda es hoy subalterna, está sometida a la política de la derecha. Es más, comulga en la misma iglesia: se pacta con la derecha para obtener un trocito de poder; se juega alegremente,  sin tomar una posición decidida en temas que afectan a la vida política o social de parte o de todos los ciudadanos; se acepta e impone antidemocráticamente la doctrina neoliberal del principio de estabilidad presupuestaria; se concibe el trabajo como una mercancía, y punto, que es controlada solo por las leyes del mercado, y punto.

1.  Los espacios fundacionales del partido obrero, aquellos en los que se basó su construcción, se concretaron en la crítica y planteamiento de alternativas al sistema capitalista, en la asunción del principio de la transformación de la sociedad – mediante la revolución, si fuera preciso -, en la firmeza para la construcción de la sociedad socialista y el logro de la igualdad. Es necesario recordar que estos objetivos estaban en la base del partido obrero, haya sido la que haya sido su concreción (comunista o socialista).

El partido obrero – los partidos obreros – se construyó sobre la base de la lucha y la práctica política y social. Una práctica hecha de reuniones, de encuentros, de actividad, de fuertes relaciones humanas (amigas y enemigas), de la participación en las luchas de barrio y de fábrica, del conflicto de clase, de la salvaguardia del bien común, de la distribución de pasquines y la pegada de carteles para las campañas electorales, de la asistencia a asambleas y a la fiesta anual, del trabajo voluntario, de la financiación del partido, de la aportación a las cajas de resistencia… [No puede olvidarse, en estos momentos españoles, que el partido obrero defendía el derecho de autodeterminación de los pueblos – que no el difuso “derecho a decidir”-]. Una práctica hecha también de sometimiento: a la disciplina del partido, a la fidelidad “al carnet”, a los procesos de burocratización y centralización. Se trataba de un partido con características, personalidad e identidad propia y claramente reconocible.

2.  Los partidos “de izquierdas” que ocupan la actual escena política han contribuido a liquidar el partido obrero. Lo han liquidado por la vía de convertirse en partidos “de gestión y de gobierno”: inclinación de la balanza del conflicto de clase a favor de los más ricos y gestión capitalista de la crisis. Son partidos abocados al “brevitempismo” (Jacques Delors, dixit), que viven hic et nunc en permanente campaña electoral – aunque sea “pasiva”, esperando que caiga el otro -. Antes y después no hay nada, no son nada. Su práctica política es apenas existente. Los compromisos con el entorno social son imaginarios; y las relaciones con los movimientos ciudadanos son vividas a menudo como un problema. Incluso han perdido la referencia con el sindicato (aunque este apartado es merecedor de una reflexión específica porque tampoco los sindicatos gozan de buena salud). Tienen miedo a contaminarse y verse obligados a defender intereses que son contrarios a su fe y práctica política.

Estos últimos años, hemos asistido a revueltas y conflictos sociales de tipo diverso, de todos ellos, el partido de izquierdas – los partidos – ha estado ausente. En todo caso, se ha apuntado al carro sin ser invitado, ni siquiera querido. El movimiento de los indignados, las mareas – blanca, verde, amarilla – no le han tenido presente. Se han desarrollado a su margen. Incluso, el partido ha sido vilipendiado cuando sus representantes han querido sumarse.

La izquierda del Reino de España navega a la deriva, carente de brújula ideológica y de principios teóricos y práctica política de clase; vive obsesionada por la urgencia y la inmediatez, sin la pretensión histórica de transformar la sociedad.

La izquierda del Reino de España necesita resetearse, volver a los orígenes de la praxis social, de la coalición social (y en un marco que supere la dimensión nacional). En palabras de Ignacio Ramonet (Guerras del siglo XXI, 2004), la izquierda necesita “mirar hacia las ideas válidas de ayer”, porque las necesidades de la gente siguen siendo las mismas. Tendrá que hacerse mediante un proceso largo, articulado, complejo, conformado, por un lado, de un componente de deconstrucción de la “política real” existente y, por otro, de un componente de construcción de otra política fundamentada en las organizaciones y movimientos de base, en los ciudadanos. Una política que elimine el actual sistema cleptocrático y que no esté sometida a las exigencias del mercado. Una política que ponga en el centro de la acción la superación de la desigualdad y el Estado de derecho, los derechos humanos y la democracia, el trabajo y la reapropiación de los bienes comunes. Será la manera de recuperar el partido obrero, de rescatar la izquierda.