lunes, 12 de septiembre de 2011

La apropiación indebida de las palabras

Οι λέξεις είναι όπως παλιά πόρνες που ο καθένας χρησιμοποιεί, αλλά λάθος.
“Las palabras son como las prostitutas viejas que todos usan, pero mal”
(Giannis Ritsos)

Gianrico Carofiglio (Bari – Italia -, 1961) es fiscal antimafia y escritor. Ha publicado ensayos y novelas. Estas últimas están casi todas traducidas a alguno de los idiomas que hablamos en territorio español, especialmente, las novelas de serie negra como Testigo involuntario (Testimone inconsapevole, 2002) y  A ulls clucs (Ad occhi chiusi, 2006). También es autor de obras de ensayo de tipo jurídico y político-ético. A este último género pertenece La manumissione delle Parole, publicado por Rizzoli (2010) y aún no vertida a ningún idioma constitucional español, que he tenido el placer de leer en estos días de verano algo caluroso, incluso a los pies de las Dolomitas. Aprovecho, pues, para hacer algunas aportaciones sobre esta obra y copiar literalmente algunas de sus ideas.

Carofiglio fundamenta el argumento de sus reflexiones en un principio: el lenguaje es la característica única y distintiva del hombre. El lenguaje establece el desarrollo de la civilización y precisa el límite de sus avances. La palabra está íntimamente conectada con el conocimiento, con la acción y con la construcción de la realidad y las relaciones que las personas establecemos y experimentamos cada día. La importancia de las palabras no es solo simbólica y tienen una función implícita y explícita.

Dice Carofiglio: “La razón de este libro – política, literaria y ética, a la vez – se encuentra en la exigencia de encontrar maneras de dar sentido a las palabras: y, por tanto, para intentar dar sentido a las cosas, a las relaciones entre personas, a la política entendida como una categoría noble del quehacer colectivo”.

La palabra representa el universo de nuestro conocimiento, delimitando las cosas de las que podemos hablar y que somos capaces de comunicar a nuestros semejantes. La idea de una relación meramente causal entre palabra y conocimiento, en la cual la primera condiciona al segundo, fue expuesta en 1956 por Edward Sapir y Benjamín L. Whorf, de los que Carofiglio se muestra deudor al asumirla como parte importante de sus reflexiones.

Pero, las palabras son también actos, decir es siempre un acto, como sugiere John L. Austin en su teoría de los actos lingüísticos. El lenguaje desarrolla una función “performativa”: crea la realidad, hace y deshace las cosas. Según Austin la palabra “performativo” tiene como significado que algo “por el mismo hecho de ser nombrado se convierte en acción”.

En definitiva, la disponibilidad y el uso de determinadas palabras nos anima a pensar de una manera y no de otra, por ello es muy amplia la cantidad de palabras que conocemos y nos arriesgamos a usar diariamente. El número de palabras que cada uno posee marca la calidad de su vida, sea en la dimensión privada, sea en la pública. Y es concretamente en esta última en la que Carofiglio encuentra un mayor poder para la palabra: “El número de palabras conocido y usado es directamente proporcional al grado de desarrollo de la democracia. Pocas palabras y pocas ideas, poca posibilidad de democracia. Cuantas más palabras se conocen y usan mayor posibilidad de diálogo político y, por ende, de vida democrática”.

Dicho de otra manera, en ningún otro sistema de gobierno como en la democracia las palabras son importantes, dado que en ésta adquieren gran importancia la discusión, el intercambio de ideas y el razonamiento. Sostiene Carofiglio que, en nuestros días, la naturaleza y el nivel de calidad de la palabra en la vida pública han sufrido una mutación profunda, en sentido negativo y reductivo: la pobreza cuantitativa y cualitativa de las palabras que se utilizan hoy en el espacio público constituye la razón de fondo de la escasa calidad de nuestra democracia y genera una imposibilidad de ofrecer a los ciudadanos igualdad, libertad y autorrealización.

Escribe: “Más allá de la racanería y la banalización, el uso mecánico de la lengua en la política oculta un fenómeno muy grave, inquietante y peligroso: un proceso patológico de conversión del lenguaje a la ideología dominante. Un proceso que se realiza mediante la apropiación, la manipulación y el uso abusivo de palabras clave del léxico político y civil”. Pensemos, añado, por ejemplo, en el uso actual de la palabra libertad en la terminología política; quién la usa principalmente y para qué la usa.

Carofiglio sostiene que la usurpación del lenguaje, su empobrecimiento y la modificación del significado de las palabras puede encontrarse fácilmente en los medios, en la producción literaria y, sobre todo, en la vida política y civil. De manera particular, analiza el caso de algunas palabras como democracia, libertad, pueblo y amor. Palabra esta última que desde la esfera más estrictamente privada e íntima ha pasado a formar parte del léxico público y político, sufriendo un cambio de sentido y de efectos hasta llegar a prostituirse.

Con todo, entre las palabras que Carofiglio considera que han sufrido una mayor usurpación se encuentra el término “elección”. Es, posiblemente, la palabra que mejor representa la relación entre calidad del lenguaje y realidad democrática. La posibilidad de elección es quien asegura la libertad a las personas. Pero en el momento en el que un sistema social, político o mediático, reduce la posibilidad de elección están reduciendo la posibilidad de gozar de la libertad, provocando la alteración del sentido profundo de la elección.