jueves, 9 de febrero de 2012

La estulticia de un ministro soberbio

¿Qué mal hemos hecho para merecer un ministro así? Alguna vez le escuché como tertuliano matutino de una emisora de radio. Este tío, además de facha, es analfabeto, ampuloso, pagado de sí, empalagoso, pensé. De pronto, le nombran ministro de educación. ¡Qué menos!, me dije. A tal señor, tal honor.

Y el muchacho va al ministerio creyendo que está en la tertulia matutina. Y se pone a largar. Tanto le da: difunde mentiras sobre educación para la ciudadanía (debido a que no lee, no está informado), propaga cantos de sirena sobre la tauromaquia (se emboba con falsas noticias venidas del exterior), arrastra por el fango a los ceutíes (es propio de los fachas hacer daño a los débiles), miente de nuevo para justificar la substitución de los temarios de oposiciones a docentes (también es propio de fachas no respetar el trabajo de los demás). Y lo que te rondaré, morena.

En su última, por ahora, hazaña, nuestro tertuliano acaba de gastar una broma macabra a miles de personas, de diferentes edades, que quieren ser docentes, mostrando una falta de respeto hacia ellas y el trabajo que quieren desempeñar. Hasta ayer estaba convencido de que las intervenciones del ministro eran ocurrencias malas, provincianas, como chistes de cabaret. Hoy pienso que el tal Wert se limita a seguir los pasos del señorito que le ha nombrado ministro. La mentira como lema.

A veces, la estupidez es soportable, en casos como éste es inadmisible. Los aspirantes a profesores tendrían que enviar una carta al ministro-cabaretero con una pero significativa palabra: “respétenos”. 

La refundación de la izquierda

1.   Preguntas: ¿existen aún razones para confiar en una política de izquierdas? Es más, ¿podemos esperar los españoles – autonómicos y del reino – el resurgir de una política de izquierdas? Contesto afirmativamente ambas preguntas.
2.   A veces, en los diálogos con otras personas, surge alguna opinión que defiende que los conceptos izquierda/derecha están “pasados de moda”. Creo, sin embargo que, de la misma manera que delante y detrás, vertical y horizontal, próximo y lejano, son nociones cargadas de valor, también la dicotomía izquierda-derecha contiene una gran riqueza.
3.   ¿Qué entiendo por izquierda? Para mí, la izquierda no es solo un marco de garantía que ha de implicar ser más justos, más morales, más responsables. La izquierda es, además, el hecho de tener una identificación con lo social. Ser de izquierda significa defender los intereses sociales, aquellos que están en conflicto con los de la clase dominante. Básicamente, pues, defensa de la igualdad, cuyo nudo gordiano es el derecho a tener derechos. Derechos que aún hoy hay que saber defender, ampliar y extender. 
4.   Pero la izquierda es algo más: la izquierda es democracia y es solidaridad internacional. La democracia, y lo que ella supone, es la piedra angular de la sociedad. Por ello, democracia y sociedad no pueden disociarse. La socialdemocracia, con su practicismo, lo ha olvidado. La solidaridad internacional, entendida desde los más próximos, como ayuda mutua y oposición a todo miedo y a todo odio al “extranjero”. La derecha, aprovechando la dura presencia de la crisis fomenta miedo y odio.
5.   En los últimos años, la izquierda ha estado representada por dos tipos de fuerzas políticas. Una izquierda que ha perdido el contacto con los intereses sociales y ha defendido sus contrarios, capitalismo financiero y desregulación; que ha sido construida alrededor de una visión consumista del mundo; que ha abandonado la idea de provocar un verdadero cambio – la lista de su contenido es muy larga-; que no ha tenido intención de crear estructuras de poder alternativas; que ha llevado a cabo sustancialmente la misma política que la derecha; que ha considerado a los electores como clientes pasivos. Otra izquierda, minoritaria y casi residual, ligada principalmente a los temas ecológicos, que debate aún en cómo llegar a los electores y convertirlos en actores de la política; que no sabe cómo sacarlos de la pasividad y que lleguen a ser actores de su propia existencia como seres políticos y sociales. La clave para una y otra izquierda está en buscar el camino para la reconstrucción del tejido social políticamente implicado.
6.  La clave está en la refundación de la izquierda basándose en la radicalidad democrática y la radicalidad social. Hoy, los ciudadanos nos vemos privados progresivamente de nuestros derechos. Ante este panorama, la izquierda ha de volver a conquistar la política, ha de abandonar el profesionalismo del poder en el que está inmersa, ha de impulsar un nuevo contexto social, político y económico. La izquierda ha de aportar confianza e ilusión.
7.   En todo caso, esta es mi esperanza.