sábado, 11 de abril de 2015

Los gobiernos “progresistas” y la educación privatizada. A raíz de la Buona scuola de Matteo Renzi



Del ataque a los enseñantes y  sus derechos, transformados por arte de magia en ejecutores del orden establecido, a la “haciendalización” de la escuela, sometida a la concurrencia del mercado. Este es el viejo discurso neoliberal sobre la educación, que, desde los años ochenta del siglo XX, iniciado por Ronald Reagan, desarrollado y ampliado por Tony Blair, llega a la impostación actual realizada por el presidente italiano Matteo Renzi en su propuesta de la Buona scuola.

Breves pinceladas históricas

Durante los años sesenta y setenta, los gobiernos occidentales encontraron en las reformas educativas una de las bases de la construcción del Estado del Bienestar y –excepto en el caso español- emitieron leyes de relativo consenso entre los partidos políticos. En los ochenta, consideraron dichas reformas como un medio para insuflar “alma” a la economía social de mercado (al neoliberalismo, para entendernos). En este espacio, se encuentra la genealogía de la Buona scuola del italiano Renzi.

El documento de base en el que se fundamenta este alma escolástica neoliberal y neoconservadora italiana es A Nation at Risk, informe elaborado por el secretario de Estado USA de Educación, Terrel Bell[1]. Este alma neoconservadora del documento de Bell presenta diversos componentes típicamente americanos: la disciplina, como base; más tiempo dedicado al estudio, como medio para el éxito; y, especialmente, una gran y excesiva fragmentación del currículo, que ha convertido los centros de educación superior –e incluso los de media-, de casi todo el mundo, en verdaderos supermercados educativos, en los que se puede estudiar desde criminología a economía doméstica, pero sin disponer de una definición clara de un currículo de base.

En los años ochenta, A Nation at Risk originó un importante debate internacional sobre la calidad de la educación, que impulsó, sobre todo a los investigadores de la OCDE, a defender la idea de que las “escuela de masas” había traicionado sus promesas, empobreciendo la calidad de la educación. Basándose en esta idea, el informe Bell ha servido, además, para que este organismo internacional se convierta en el principal ideólogo educativo de nuestros días, mediante la generación de estándares internacionales de evaluación (PISA, PIILS y otros), que no son otra cosa sino instrumentos de difusión de las ideas de A Nation.

El capital humano, pura retórica

Este ya viejo discurso educativo ha generado, entre otras, la teoría del “capital humano”, según la cual la educación constituye el factor determinante del crecimiento económico (preguntemos a los jóvenes supertitulados españoles su opinión sobre este principio aplicado a la economía española) y la competitividad de una nación depende del nivel de formación de su capital humano. Ítem más, de ella deriva la idea del hombre-empresa, que “administra estratégicamente el capital conformado por sus competencias y talentos” (Foucault) -el manoseado emprendimiento-, y conforma una sociedad cada vez más individualista y competitiva.

La teoría del capital humano ofrece algunos elementos de análisis interesantes, entre otros, quiero destacar dos: 
  • Los gobiernos occidentales hacen uso político de esta teoría, dándole un valor añadido: el objetivo del crecimiento de la calidad (real o presunta) de la educación es eliminar posibles alternativas basadas en su valor redistributivo y de promoción socoeconómica. En el fondo, la teoría del capital humano, no es otra cosa que la reinterpretación de la máxima de la economía neoclásica según la cual la oferta crea siempre la propia demanda.
  • Sobre ella, se ha construido una retórica educativa. Tony Blair lanzó su “education, education, education”. Este lema aportó una visión de futuro y activó el “efecto llamada moral” a las familias para que invirtiesen lo que hiciera falta –si es necesario hipotecarse, se hace- en la educación de los hijos. Se transfiere así a la sociedad un deber del Estado, asegurando a la vez que éste convertirá la educación en un componente sistémico de su acción. Estos días, el presidente de gobierno italiano, Matteo Renzi, utiliza abusivamente una frase (casi siempre vía twitter, que, a su entender, es una buena manera de gobernar): “los dineros están”, aunque luego no se ven y se tocan, “ahora toca a las familias ser corresponsables”.
La oferta de la Buona scuola
  1. El “trabajo” es uno de los objetivos principales de la ley. ¿Qué los jóvenes logren más fácilmente un puesto de trabajo? No. El trabajo como escusa y justificación, el trabajo como principio moral –una vez más-: “conseguirás el pan con el sudor de tu frente”. Uno, que es defensor de la alternancia escuela-empresa en la formación de los jóvenes de la educación media superior y universitaria, se tira de los pocos pelos que le quedan al comprobar la manipulación. El texto legislativo no plantea una alternancia obligatoria sino que se limita a que sea una oferta de la escuela, “siempre y cuando haya disponibilidad por parte de las empresas del entorno”, en el marco de su “Plan trienal de oferta formativa” (¡genial!). Evidentemente, se trata de un componente meramente ideológico y oportunista. Para reforzar la idea de la bondad de esta alternancia, el ministro de trabajo de Renzi ha tenido a bien soltar el siguiente exabrupto-razonamiento: “tres meses de vacaciones son demasiado”. Por ello, continúa el ínclito prócer, “todos los jóvenes deberán dedicar cada año un período estivo de formación-trabajo”. Uno se pregunta dónde lo realizarán, en un mundo del sintrabajo, cómo, precisamente en verano, cuando la actividad productiva se ve mermada, y en qué condiciones, formación real o pura explotación. ¿Deberán todos los jóvenes dedicar su tiempo a trabajar en las terrazas de los bares, en los restaurantes de las playas y en los gabinetes de masaje y belleza? Quizá sea la solución que avizoran, vista la gran experiencia española sobre este tema –nuestra economía actual está basada en la terraza, el centro de belleza y la sala de cultivo del cuerpo-. 
  2. Según proclamó Renzi en la presentación de la ley, la reforma que plantea la Buona scuola es necesaria porque la desocupación juvenil es alta (cercana al 40%) y los “ninis” (que llegan a ser más numerosos que los “hipster”) y la desocupación son debidos al hecho de que “la formación de los individuos no responde a las exigencias del mercado”. ¡Ya estamos con la matraca, como si al mercado le importase un bledo la formación de la mano de obra! ¿Acaso Renzi está diciendo que es culpa de los individuos si el mercado de trabajo no sabe qué hacer con sus competencias?, ¿está afirmando que las causas estructurales del desempleo han devenido en causas individuales?, ¿está acaso aseverando que el desempleo es una forma específica de ignorancia y, por tanto, imputable a la elección formativa de las personas? 
  3. Sabemos que, en este tema como en tantos otros, no sólo en Italia se aportan argumentos que demuestran la ignorancia de sus emisores. Quizá Renzi (y Rajoy, y tantos otros doctos ignorantes) podían tomar en consideración la hipótesis de que las ofertas laborales que hoy se hacen a jóvenes y menos jóvenes, en el mejor de los casos, son precarias, están mal pagadas, tienen horarios interminables y absolutamente movibles, y no toman en cuenta las capacidades, saberes y competencias de los individuos. Son pura explotación. Es más, se trata, generalmente, de ofertas que no exigen una especial cualificación, sino una serie de “microcompetencias”: saber pronunciar una docena de frases en una lengua extranjera, conectarse a un servidor de Internet, comprender o poder informar sobre un plano de acceso a una planta, explicar cómo se emplea un teléfono móvil...
  4. ¿Y el profesorado (porque también tiene tres meses de vacaciones, ¿no?)? Siguiendo la posible tendencia del mercado laboral, que hemos marcado anteriormente, quizá pueda quedar bien ejerciendo funciones de maitre o de animador de fetness-alcahuete.Ciertamente, la Buona scuola incide de manera directa sobre el trabajo de los enseñantes –con un ridículo “premio discrecional a la excelencia”-, en lo que afecta al estatuto del trabajo docente. Se acabó la carrera docente. Todo lo referente a este ámbito será decidido por los directores, a escala provincial, sobre la base de la “elección de los docentes más adaptados a la oferta formativa de cada centro”. Estos docentes tendrán un contrato trienal, renovable a criterio del director. Es decir, se traslada al ámbito educativo la ley laboral renziana –la Jobs Act (¡qué bonito suena en inglés!)- por la cual los trabajadores, en general, y los de la enseñanza, en particular, gozan de menores tutelas y derechos y ven cercenada su posición contractual. 
  5. De hecho, la Buona scuola se limita a seguir la tendencia iniciada hace más de veinte años a escala internacional: el ataque al estatuto y al poder contractual de los enseñantes es un ataque al trabajo del enseñante. La reforma italiana sucede a la inglesa, estadounidense, neozelandesa, australiana, griega, española (en sus diversas versiones, con la catalana a la cabeza, faltaría más) y mexicana que tienen como característica común el aumento de la subordinación de los enseñantes al control del gobierno y de los directores escolares. Es lo que la socióloga británica Sharon Gewirtz ha denominado managerial school, una escuela orientada a la concurrencia del mercado y no al logro del bienestar individual y social. Una escuela en la que los enseñantes de profesionales expertos curriculares se transforman en técnicos necesitados de directivas precisas y ejecutores de órdenes verticalmente recibidas. Algunos italianos, expertos en sociología educativa, afirman que la Buona scuola manifiesta una tendencia general de los aparatos político-administrativos a exigir réditos, mediante el establecimiento de escalas de valor, y a redimensionar el estatus del profesorado, “desclasándolo” –perdiendo el sentido de su profesión-, dotándole de una relativa autonomía de elección, convirtiéndole en un simple empleado, dedicado al trabajo ejecutivo de suministrador de programas y módulos didácticos ya fabricados, hasta el último detalle, por otros. Todo ello, en el marco de unas escuelas formalmente públicas (a ello contribuirá en gran medida, próximamente, el TTIP tratado de libre comercio euro-estadounidense).
La impresión es que la escuela italiana –como la española- se encuentra en una encrucijada, en un escenario confuso e imprevisible. Por un lado, está sometida a una gran presión –la Buona scuola es una muestra- hacia la privatización (tanto desde la idea de propiedad, como desde la voluntad de transformarla en un centro de trabajo regido de forma “managerial”). Por otro lado, en este objetivo, son cómplices las fuerzas políticas de orientación neoliberal y las organizaciones y corporaciones internacionales. Tiene, pues, ante sí un duro camino a recorrer.


[1] Afirma Carlos Alberto Torres, en su Nation at Risk. La educación neoconservadora (1986), que la filosofía predominante en el informe “es la de resaltar el papel de EEUU como potencia hegemónica mundial, vinculando la educación con la seguridad militar”. Es decir, el neoconservadorismo, para el autor, postula una educación que “socialice para el ejercicio del poder y del dominio a escala mundial y no una educación para la democracia”.