lunes, 21 de febrero de 2011

¿Dónde anda la España del conocimiento?

Lisboa 2000 consagró un lema que, durante al menos siete años, generó reflexiones, expectativas y chorros de tinta: “hacer de Europa la más competitiva y dinámica economía del mundo basada en el conocimiento”. Dejando a un lado la finalidad meramente mercantil con que se expresa este objetivo, y superado el primer decenio posterior a la citada cumbre europea, uno viene a preguntarse qué ha pasado: “¡dónde está, no se ve, la Europa del saber!”. Podemos ponerle música, utilizar un megáfono potente y salir en manifestación a proclamarlo a los cuatro vientos.

La economía del conocimiento debía dotar a Europa – y no olvidemos que España y cada una de sus comunidades autónomas forman parte de esa Europa – debía dotarla, digo, de crecimiento y fulgor. Es evidente que para que se produzca ese tipo de economía es preciso crear conocimiento. Lógicamente, las actuales políticas de austeridad presupuestaria no facilitan las cosas y, durante la pasada etapa de esplendor económico, se estuvo tan ciego que tampoco se mejoraron las dotaciones financieras en el ámbito de la educación. Como es sabido, en los últimos diez años, España, en su conjunto y en sus partes, ha ido perdiendo diferencial, en lo que a inversiones educativas se refiere, en relación con el resto de países de la Unión y de la OCDE.

Por otro lado, la Europa del conocimiento debía generar crecimiento económico hasta alcanzar el pleno empleo, pues, según predicamos machaconamente, el camino de cada uno en el sistema educativo determina en gran medida el trabajo o trabajos que se van a ocupar a lo largo de la vida, así como las condiciones laborales en que se desarrollarán esos trabajos. Sin embargo, ¿con qué nos encontramos actualmente?: casi uno y medio de cada cuatro jóvenes está sin trabajo, sean iletrados, graduados en formación profesional o licenciados. ¿Cuántos y cuántas de los dos y medio restantes, incluso con un doctorado bajo el brazo, trabajan como teleoperadores o en las cajas de los supermercados?, ¿cuántos y cuántas conducen un taxi, reparan ordenadores a domicilio, cuidan de niños o personas mayores, reparten pizzas, son vigilantes de seguridad o mozos de cuadra? ¿Y cuántos y cuántas cobran en negro, sin derecho a cobertura social alguna salvo la general?, ¿cuántas y cuántos de estos jóvenes ni siquiera llegan a ser mileuristas?

¿Acaso este panorama no contribuye también al abandono escolar?, ¿cuántos chicos y chicas jóvenes consideran que el estudio no aporta valor añadido alguno a sus vidas? No lo sé. Ciertamente, aún no existen investigaciones que respondan a estas preguntas, sin embargo las últimas cifras publicadas por la Comisión Europea (31 de enero de 2011) nos dan algunas pistas. Uno de cada cinco jóvenes europeos de 15 años es analfabeto y uno de cada seis abandona la escuela sin graduarse en la enseñanza obligatoria. El caso de los jóvenes españoles es, junto con portugueses y malteses, el más lacerante.

Delante de todo este panorama, las Comunidades Autónomas españolas, en parte apretadas y constreñidas por el gobierno del Estado, están consolidando una línea de actuación no sólo ciega sino, ciertamente, escandalosa y obscena: la reducción de los presupuestos dedicados a la educación. Unas, recortan los recursos destinados al gasto ordinario de los centros (agua, gas, calefacción…); otras, no sustituyen al profesorado enfermo; las más, reducen la oferta pública de empleo en el sector. Quizá sea conveniente que salgamos a las calles y plazas y gritemos, megáfono en mano, “¡dónde está, no se ve, la España del saber!”.

Claro que, además de cargar el muerto a nuestros gobernantes, los españolitos tendríamos que mirarnos en el espejo. Quizá rasgarnos las vestiduras y buscar chivos expiatorios no sean las únicas soluciones al panorama educativo que tenemos delante. Quizá sea urgente que volvamos a implicarnos. Tal vez debamos, de una vez por todas, tomar conciencia individual y colectiva de que hay responsabilidades compartidas y una de ellas es la educación.

lunes, 7 de febrero de 2011

Algunos datos, “antidatos” y desengaños

1. Datos

España es el país de la UE con más billetes de 500€. Los ejecutivos españoles son los mejor pagados de Europa. Un jefe de primer nivel de Telefónica cobra lo mismo que 103,5 de sus trabajadores. El salario medio en España es la mitad que en Alemania, Holanda o Reino Unido. Entre 1999 y 2006 los beneficios empresariales crecieron un 73%.

Las empresas del IBEX 35 ganaron en los nueve primeros meses de 2010 un 16,7% más que en el mismo período de 2009. Los beneficios de Telefónica crecieron un 65,6%; los de Repsol, un 32,5%; los de Inditex, un 42%. Los cinco grandes del sector financiero español ganaron 15.300 millones de euros en 2010.

2. “Antidatos”

Entre 1995 y 2005 el salario medio real de los españoles perdió un 4% de poder adquisitivo. En 2010, los salarios subieron de media un 1% y la inflación un 3%. La tasa de desempleo española es similar a la de Mozambique o Sudán. La temporalidad en el empleo es, en España, el doble que la media europea.

El 63% de los españoles es mileurista. La tasa de pobreza española es de 20,8%, casi igual a la tasa de paro (20,2%). España es el único país de la UE en el cual los autónomos y pequeños empresarios, que pagan impuestos por módulos, declaran de media menos ingresos que los trabajadores y los pensionistas.

3. Desengaños

“La educación ha de ser la base del cambio de modelo productivo”, “la esperanza de desarrollo y el potencial de un país depende de la educación”, “la primera piedra del nuevo modelo productivo es la educación”, "espero que el Gobierno y toda la sociedad no vea con malos ojos que se haga un esfuerzo específico y singular en educación si verdaderamente queremos modificar el sistema productivo", “educación e inclusión social son base del modelo productivo”, “en lo primero que hay que empezar a invertir es en educación para crear nuevas industrias que nos permitan crear nuevos empleos y al mismo tiempo diversificar el tejido productivo y empresarial de este país”, “la educación no debe verse como un coste sino como una inversión”… Sabias palabras de mujeres y hombres de izquierdas y de derechas, de centro y de extrema derecha. Sabias palabras salidas de las bocas de políticos, banqueros, empresarios, sindicalistas, equilibristas, magos, toreros, maquinistas de cercanías, cosedoras, periodistas deportivas, reponedores de supermercado, profesoras de primaria, secundaria y terciaria, alguna que otra flautista de cámara y un filósofo nihilista-liberal.

Sin embargo, los presupuestos autonómicos y del gobierno central para educación (pública) se han reducido en 1.622 millones de euros para el 2011, en relación con el año 2010. La media de este recorte presupuestario se ha situado en un 5,5%.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Abandono escolar prematuro: urge actuar

Estos días los medios de comunicación se hacen eco de un dato publicado por la Comisión Europea: 6 millones de personas jóvenes, entre 18 y 24 años, abandonan prematuramente el sistema educativo-formativo. Por lo que se refiere a España, las tasas de abandono duplican la media europea.

Los datos ponen los pelos de punta. Se trata de jóvenes sin cualificación adecuada (capacidades, competencias, actitudes, aptitudes) que corren el riesgo de caer en la exclusión social. Las razones por las cuales estas personas jóvenes abandonan el sistema educativo-formativo son numerosas y, a menudo, muy personales. La realidad es que este abandono es el resultado de un proceso progresivo de “desenganche” de la escuela, que se inicia mucho antes de llegar a la etapa postobligatoria. El abandono prematuro supera los muros de la escuela, es un problema colectivo, es un problema para la sociedad, para el Estado, para los ayuntamientos para las familias, para los empresarios, para los sindicatos.

Los riesgos que este hecho genera para el futuro de la sociedad y para el desarrollo económico son importantes. También lo son para el desarrollo social y político, principalmente, porque la mayoría de estas personas pueden acabar siendo usuarias estables de prestaciones sociales y, muy probablemente, dejar de participar en los procesos democráticos. Por otro lado, la ausencia de nivel educativo-formativo de una buena parte de la juventud puede suponer, en el futuro, pasar de ser una sociedad desarrollada a otra subdesarrollada.

Una y otra vez se repiten las mismas ideas sobre cómo remediar el abandono escolar, no por ello se soluciona el problema. Voy a fijarme, por mi parte, en algunos aspectos que considero inaplazables para poder caminar hacia la reducción del abandono:
• Es preciso tener en cuenta que todos los jóvenes poseen capacidades y, por ello, debe rechazarse cualquier lógica fatalista. A menudo, el “desenganche” actúa como fenómeno de atracción, por ello, hay que ayudar a los jóvenes a mejorar la propia imagen.
• Todos los abandonos no tienen el mismo perfil, por tanto, requieren de tratamientos específicos: estrategias de prevención, estrategias de derivación, estrategias de aprendizaje.
• Es clave trabajar con las familias para que comprendan el sentido y la misión de la escuela. Es necesario que se cree un ambiente de confianza entre escuela y familia, eliminar desconfianzas, suprimir malentendidos.
• Es esencial controlar el absentismo escolar, raíz del abandono temprano. La escuela debe ser, en este sentido, una comunidad de intereses y debe actuar de forma asociada con las autoridades municipales.
• Los profesionales de la enseñanza han de dar sentido a los conocimientos, al saber hacer trasmitido.
• La motivación y la prevención son el mejor impulso para evitar el abandono, para ello es preciso: estimular la autoconfianza en el alumno, escucharle, ayudarle a aceptar el error.
• Una educación inclusiva (sexo, origen, raza, clase social…) es un instrumento clave frente al abandono: la equidad favorece la cohesión social y la confianza en sí mismo y en el sistema.

Por otro lado, en los análisis que se realizan sobre el fracaso escolar, es un lugar común señalar como uno de los elementos causantes la insuficiencia de recursos humanos y materiales. Sin negar esta valoración, quiero realizar dos apreciaciones. La primera: es imprescindible comenzar a utilizar mejor los recursos disponibles. La segunda: en un contexto de recursos limitados, es preciso concentrar los esfuerzos, principalmente, en aquello que se hace en el aula, en la relación que debe establecerse entre profesorado y alumnado y no sobre otros aspectos de la vida escolar que, siendo importantes, afectan menos a lo que es esencial.