viernes, 2 de diciembre de 2011

Ética y política, conflicto de intereses

[Notas ante conferencias y congresos de partidos de la izquierda española] 

¿La crisis económica es un problema? Ciertamente, pero no es “El Problema”. Hay algunos otros que son colaterales. En nuestro país (el grande y los pequeños), existe otro gran problema que es la falta de comunicación entre el Estado y la Sociedad, derivada sobre todo de un hecho: los partidos políticos, y sus líderes con ellos, no gozan del beneplácito generalizado de la población.

Cómo pueden lograr la aprobación de los ciudadanos si no existe un ejercicio libre de la función parlamentaria. Sus señorías, en lugar de obedecer a los votantes ante los que se comprometen con un programa, obedecen a los partidos y estos a sus jefes de filas, quienes, a su vez, responden a intereses muchas veces espurios. Incluso, en algunos casos, dichos jefes solo manifiestan un interés personal en su actuación (algunos consiguen lo que en términos coloquiales se llama “blindarse”).

El libre ejercicio de la función parlamentaria exige que los intereses personales, de partido o de clase, no prevalezcan frente a la función de representatividad que los parlamentarios tienen concedida. Por ello, cada vez es más necesario que se fijen condiciones de no elegibilidad y de incompatibilidad, que deben responder a principios éticos.

Evidentemente, para que ello sea posible hay que comenzar por cambiar la forma de organización de los partidos políticos. La que existe actualmente responde a una sociedad simple y nos encontramos en una sociedad compleja. Una sociedad a la cual no se le puede empezar por hablar de quién será el nuevo secretario general de un partido, y mucho menos airear las peleas por ver quién se hace con “el cargo” (no se habla de responsabilidad). No es esta la respuesta que se debe a los ciudadanos.

La sociedad no es la misma, ha llovido un poco y ha hecho mucho calor en los últimos años. El tejido social ha cambiado y, sin embargo, los partidos políticos continúan con sus viejos estereotipos. Como consecuencia, el orden político y social que se había construido con luchas y mucho esfuerzo se está convirtiendo en desorden social que pone en situación de riesgo al orden político. Este, para no morir, solo tiene una solución: que los partidos políticos de la izquierda dejen de llorar y mirarse el ombligo, y se pongan manos a la obra. Primero, manifestándose y practicando la ética, interna y públicamente; segundo, abriéndose a la sociedad y dejando entrar aire fresco en su organización y en su acción.