La gran mayoría de los votantes (me temo que, en esta ocasión, menos de los deseados) ignora que el Parlamento Europeo carece de poder legislativo, que es la prerrogativa sin la cual ninguna asamblea puede considerarse parlamento. Es posible que alguien diga: “es cierto, pero esta vez hemos podido elegir la persona que será presidente de la Comisión Europea” – es decir, del gobierno de la UE –. Me atrevo a responder que esta vez tampoco será cierto. El presidente, la presidenta en este caso, no será nombrado por nosotros, los europeos votantes. Los patronos italianos lo tienen bien claro y poseen experiencia (antes Monti, ahora Renzi) y llevan días lanzando una propuesta solapada en la prensa adicta: la presidenta será la francesa Christine Lagarde. Y yo me lo creo, porque ellos saben mucho. Fijaos cómo han conseguido colocar en el gobierno italiano al “representante de la izquierda”.
Resulta que Lagarde ni se ha presentado por su partido (recordemos que es protegida de Sarkozy). Sin embargo, de estas elecciones saldrá un Parlamento muy fragmentado, en el cual los movimientos populistas, euroescépticos y de extrema derecha tendrán un peso muy importante. Por otro lado, las dos facciones principales (el centro-derecha popular y el centro-socialdemócrata), representantes de la gran banca, no conseguirán suficiente prevalencia para formar gobierno una de las dos. En consecuencia, ya han decidido confiar el gobierno a uno de sus miembros más leales, la presidenta del FMI, que, para salvarnos a todos, formará un equipo “de amplio consenso”, ¡presidido por una mujer!, por tanto, progresista.
Así, tendremos el círculo cerrado: un Parlamento sin poder – y sin utilidad -, dirigido en cascada por un grupo de comisarios anodinos – modelo Montoro -, pero obedientes y cargados de mala baba contra el pueblo – modelo PP, modelo Merkel -.
Esta es la actual democracia
occidental. Como he preguntado en más de una ocasión, ¿hasta cuándo
aguantaremos?