Hoy, habiendo leído – el
médico me prohibió hace años ver y escuchar ciertas maldades - alguna crónica sobre
la bazofia que lanzó ayer el Presidente del Gobierno español en el llamado debate
del estado de la nación, recuerdo las palabras de Filipe y me preguntó por qué
no nos rebelamos. Últimamente, tengo una fácil respuesta a esta pregunta: somos
un país de analfabetos funcionales y, pese a los años que llevamos de democracia
formal, no hemos superado el nivel democrático mínimo, no hemos tomado conciencia
de lo que significa democracia y su valor frente a la represión (política,
económica, social, cultural) y la dictadura padecida durante tantos años (que
vuelve a pasos agigantados con las leyes de cuño fascista que nos atacan y atenazan
cada día). Sin embargo, pienso que la respuesta es demasiado simple.
Me pregunto por qué no
nos rebelamos después de escuchar y leer tantos sesudos análisis
sociopolíticoeconómicos realizados por esa caterva de periodistas, escritores,
críticos, tertulianos… juiciosos, que nos invade cada día. ¿Quizá no hemos entendido
aún, aunque sea de manera general, qué nos están haciendo los que controlan el
poder y el dinero (si es que la cosa no es lo mismo) y con qué finalidad lo
ejecutan (término apropiado donde los haya)? Si lo entendemos, por qué no nos rebelamos.
Sinceramente, no tengo la respuesta. Respuestas a la pregunta circulan. La
cuestión es si son del todo correctas. Quizá, analizándolas tengamos la oportunidad
de encontrar las verdaderas causas de la no rebelión, por el método de la eliminación.
Más de una vez, he afirmado que “hemos
llegado al colmo del individualismo”. Ciertamente, la ideología neoliberal reinante
nos ha penetrado. Somos meras individualidades que, como tales, no corremos el
riesgo de luchar. Ahora bien, precisamente ese individualismo y búsqueda de la
salvaguarda de nuestros intereses personales debería llevarnos a una revuelta colectiva.
La destrucción de derechos políticos, sociales, económicos, educativos, sanitarios,
culturales… de cada uno de nosotros, debería ser el elemento de propulsión de
la rebelión colectiva.
Se dice “la gente está bien o no está aún
lo suficientemente mal”. La miseria no es condición suficiente, aunque
necesaria. Las luchas obreras y sociales de los años sesenta y setenta no
estuvieron protagonizadas por miserables reducidos a un estado de hambre e
indigencia. En la misma línea, se afirma “aún no ha llegado lo peor”. Es decir,
¿frotémonos las manos para que la cosa vaya aún peor, así nos levantaremos raudos
contra la postración? Dicho de otro modo, cuanto peor, mejor para la rebelión. Pregunten,
pregunten a los griegos.
Hay quien opina que “faltan líderes capaces
de dirigir la lucha”. Y se piensa en la aparición de posibles
figuras políticas, sociales, sindicales. Históricamente, no siempre ha sido
así. En Francia, allá por el 1789, no había un grupo dirigente unido y
articulado. Los grupos dirigentes se formaron en la lucha. Si no hay chispa no
se produce la llama.
También hay quien justifica la no rebelión
basándose en el sentimiento generalizado de que “todo es corrupción”. Quizá,
pero, ¿nos encontramos a tal nivel de prevaricación común? Considero que no
todos hemos llegado a ese estado de aceptación de lo anormal como normal y
generalizado. Hay un desprecio bastante extendido por “la clase política” y –
aunque menor – por “los poderosos y prepotentes económicos”. Ciertamente, la
hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud, sin embargo, no es
cierto que todos seamos ladrones, prevaricadores, injustos, insolidarios…
“Tristemente, no hay alternativa”. ¿La tenían los esclavos o los siervos de la gleba, más allá de buscar la sustitución de un señor por otro?
Otros afirman que “la gente no entiende,
los argumentos le superan”. Es lo mismo que decir “la gente – el pueblo - es
tonta, es estúpida, es mentecata”. Esta afirmación quizá tenga que ver con la
muy personal “somos un país de incultos”, apuntada más arriba. ¿Acaso para
rebelarse es necesario tener claras las ideas socioeconómicas? ¿Cómo se mide la
tontería, la estupidez, la mentecatez? En todo caso, todas ellas son “cuestiones”
a solucionar.