Y la desaparición del partido obrero ha comportado la desaparición de
la izquierda. Pueden organizarse mítines y conferencias refundacionales,
hacerse declaraciones, encabezar manifestaciones, jurar que se es progresista
(nunca supe qué cosa significa serlo, más allá de estar a favor del progreso),
consolarse con la subida de equis puntos en la intención de voto en unas
posibles futuras elecciones, convocar primarias… La izquierda está fuera de la
escena, en todo caso, es un actor de reparto. La izquierda no es una oposición
(caso español, sin ir más lejos: PSOE y sus franquicias; la saga devaluada del ex-PC), ni una alternativa (casos francés e italiano).
Navega a la deriva, sin la pretensión
histórica de transformar la sociedad. La izquierda es hoy
subalterna, está sometida a la política de la derecha. Es más, comulga en la
misma iglesia: se pacta con la derecha para obtener un trocito de poder; se juega alegremente, sin tomar una posición decidida en temas que afectan a la vida política o social de parte o de todos los ciudadanos; se acepta e impone antidemocráticamente la doctrina neoliberal
del principio de estabilidad presupuestaria; se concibe el trabajo como una mercancía, y
punto, que es controlada solo por las leyes del mercado, y punto.
1. Los espacios fundacionales del
partido obrero, aquellos en los que se basó su construcción, se concretaron en
la crítica y planteamiento de alternativas al sistema capitalista, en la
asunción del principio de la transformación de la sociedad – mediante la
revolución, si fuera preciso -, en la firmeza para la construcción de la
sociedad socialista y el logro de la igualdad. Es necesario recordar que estos
objetivos estaban en la base del partido obrero, haya sido la que haya sido su
concreción (comunista o socialista).
El partido obrero – los partidos obreros – se construyó sobre la base
de la lucha y la práctica política y social. Una práctica hecha de reuniones,
de encuentros, de actividad, de fuertes relaciones humanas (amigas y enemigas),
de la participación en las luchas de barrio y de fábrica, del conflicto de
clase, de la salvaguardia del bien común, de la distribución de pasquines y la
pegada de carteles para las campañas electorales, de la asistencia a asambleas
y a la fiesta anual, del trabajo voluntario, de la financiación del partido, de
la aportación a las cajas de resistencia… [No puede olvidarse, en estos
momentos españoles, que el partido obrero defendía el derecho de
autodeterminación de los pueblos – que no el difuso “derecho a decidir”-]. Una
práctica hecha también de sometimiento: a la disciplina del partido, a la
fidelidad “al carnet”, a los procesos de burocratización y centralización. Se
trataba de un partido con características, personalidad e identidad propia y claramente
reconocible.
2. Los partidos “de izquierdas” que
ocupan la actual escena política han contribuido a liquidar el partido obrero. Lo
han liquidado por la vía de convertirse en partidos “de gestión y de gobierno”:
inclinación de la balanza del conflicto de clase a favor de los más ricos y
gestión capitalista de la crisis. Son partidos abocados al “brevitempismo”
(Jacques Delors, dixit), que viven hic et
nunc en permanente campaña electoral – aunque sea “pasiva”, esperando que
caiga el otro -. Antes y después no hay nada, no son nada. Su práctica política
es apenas existente. Los compromisos con el entorno social son imaginarios; y las
relaciones con los movimientos ciudadanos son vividas a menudo como un
problema. Incluso han perdido la referencia con el sindicato (aunque este
apartado es merecedor de una reflexión específica porque tampoco los sindicatos
gozan de buena salud). Tienen miedo a contaminarse y verse obligados a defender
intereses que son contrarios a su fe y práctica política.
Estos últimos años, hemos asistido a revueltas y conflictos
sociales de tipo diverso, de todos ellos, el partido de izquierdas – los
partidos – ha estado ausente. En todo caso, se ha apuntado al carro sin ser
invitado, ni siquiera querido. El movimiento de los indignados, las mareas –
blanca, verde, amarilla – no le han tenido presente. Se han desarrollado a su
margen. Incluso, el partido ha sido vilipendiado cuando sus representantes han querido
sumarse.
La izquierda del Reino de España navega a la deriva,
carente de brújula ideológica y de principios teóricos y práctica política de clase;
vive obsesionada por la urgencia y la inmediatez, sin la pretensión histórica
de transformar la sociedad.
La izquierda del Reino de España necesita resetearse, volver a los orígenes de la
praxis social, de la coalición social (y en un marco que supere la dimensión
nacional). En palabras de Ignacio Ramonet (Guerras
del siglo XXI, 2004), la izquierda necesita “mirar hacia las ideas válidas
de ayer”, porque las necesidades de la gente siguen siendo las mismas. Tendrá
que hacerse mediante un proceso largo, articulado, complejo, conformado, por un
lado, de un componente de deconstrucción de la “política real” existente y, por
otro, de un componente de construcción de otra política fundamentada en las
organizaciones y movimientos de base, en los ciudadanos. Una política que elimine el actual
sistema cleptocrático y que no esté sometida a las exigencias del
mercado. Una política que ponga en el centro de la acción la superación de la
desigualdad y el Estado de derecho, los derechos humanos y la democracia, el
trabajo y la reapropiación de los bienes comunes. Será la manera de recuperar
el partido obrero, de rescatar la izquierda.