¿Qué mal hemos hecho para merecer un ministro así? Alguna vez le escuché como tertuliano matutino de una emisora de radio. Este tío, además de facha, es analfabeto, ampuloso, pagado de sí, empalagoso, pensé. De pronto, le nombran ministro de educación. ¡Qué menos!, me dije. A tal señor, tal honor.
Y el muchacho va al ministerio creyendo que está en la tertulia matutina. Y se pone a largar. Tanto le da: difunde mentiras sobre educación para la ciudadanía (debido a que no lee, no está informado), propaga cantos de sirena sobre la tauromaquia (se emboba con falsas noticias venidas del exterior), arrastra por el fango a los ceutíes (es propio de los fachas hacer daño a los débiles), miente de nuevo para justificar la substitución de los temarios de oposiciones a docentes (también es propio de fachas no respetar el trabajo de los demás). Y lo que te rondaré, morena.
En su última, por ahora, hazaña, nuestro tertuliano acaba de gastar una broma macabra a miles de personas, de diferentes edades, que quieren ser docentes, mostrando una falta de respeto hacia ellas y el trabajo que quieren desempeñar. Hasta ayer estaba convencido de que las intervenciones del ministro eran ocurrencias malas, provincianas, como chistes de cabaret. Hoy pienso que el tal Wert se limita a seguir los pasos del señorito que le ha nombrado ministro. La mentira como lema.
A veces, la estupidez es soportable, en casos como éste es inadmisible. Los aspirantes a profesores tendrían que enviar una carta al ministro-cabaretero con una pero significativa palabra: “respétenos”.